lunes, 7 de julio de 2014

El gato estropajoso

Una deliciosa historia ideada por Ana Torres, sobre un gato único. No tardó mucho en convencerme de que sería un auténtico personaje, en un par de tardes estuvimos de acuerdo en plasmar en un puñado de ilustraciones el alma de este gato que dieran más vida aún a Scott, el protagonista de este cuento, en el que desde luego hemos puesto mucho cariño y mucha ilusión, sobre todo ilusión y nos encantaría que también se trasladase a todos los niños que lo lean, o a todos los niños a los que sus papás y mamás les lean esta historia de diferencia y amistad

lunes, 9 de junio de 2014

La interpretación



De las llamadas artes la relación entre el artista y el público es similar en todas menos en una, cuando un pintor muestra su obra, el espectador recibe directamente el arte y él hace su interpretación, así ocurre también con la arquitectura, la escultura, la literatura. Pero no así con la música, cuando un músico presenta su obra lo hace a través de intérpretes, intermediarios que son el vehículo para la presentación de la obra de arte.

La música necesita de ejecutantes, personas más o menos virtuosas que traducen los pensamientos musicales del autor al lenguaje musical y nos permiten apreciar y, de nuevo reinterpretar, lo que el artista pretende. Por tanto es un arte que debe compartir su espíritu con el autor y el intérprete. En ocasiones confluyen en una misma persona, pero a diferencia de otras artes, (pintura, escultura, arquitectura y literatura) confluyen dos premisas: una lo efímero de la representación artística, una vez ejecutada la pieza, ya no existe, y la otra que cada vez que se interpreta es distinta. A pesar de que la tecnología nos permite guardar esa interpretación musical y escucharla una y otra vez, es cierto que cuando se vuelva a interpretar volverá a ser efímera y distinta.

Por eso Beethoven será distinto si lo interpreta esta o aquella orquesta, este pianista o aquél. Por eso se nos abre la boca con ciertas versiones, tanto de clásicos como de contemporáneos cuando reinterpretan algo que, curiosamente, en la mayoría de los casos está ¡Escrito en un papel!, pero ¡Ah el matiz! ,


Sólo la representación literaria del teatro y la danza contienen estas premisas, son efímeras y cada representación es distinta.  El creador toma prestado de la música o del escrito, la base de su arte y ejecuta directamente una interpretación visual artística que también es irrepetible, las  diversas versiones de ese mismo espectáculo, correrá a cargo de nuevos artistas con creaciones nuevas, no es habitual que una obra de teatro o de  ballet repita una y otra vez una coreografía de un mismo coreógrafo o una misma puesta en escena de un mismo director teatral,  lo normal es que se cree de nuevo con nuevas interpretaciones, pero, a diferencia de la música, esa representación es el arte ideado por un artista que lo presenta al público directamente. 

domingo, 8 de junio de 2014

Oferta y demanda



Hace unos días dos buenos amigos han protagonizado un pequeño debate en Facebook sobre los desorbitados sueldos que cobran los futbolistas de élite actualmente. Uno de ellos se escandalizaba, a la vista de la que está cayendo, de que se paguen estos sueldos y el otro esgrimía el concepto de ley de oferta y demanda para justificar que se establezcan estos emolumentos a la vista de los enormes beneficios que reporta este deporte, tanto a clubes, televisiones y sociedad en general que se aprovecha de la creación de puestos de trabajo.

Ambos tienen parte de razón, es evidente que cuando se habla de empresas privadas, es lógico pensar que con su dinero hacen lo que les viene en gana. Más dudoso es apelar a la ley de oferta y demanda que, básicamente, se apoya en el principio de que si la demanda excede la oferta el precio sube y viceversa, es decir, si la oferta excede la demanda el precio baja.

Bajo estas premisas parece que la oferta futbolística en nuestro país excede con mucho la demanda, numerosas competiciones y enfrentamientos que nos proporcionan fútbol un día sí y otro también. (Pretemporada, temporada, liga, copas europeas, continentales intercontinentales, mundiales, partidos benéficos etc. etc …)

Parece que existe más fútbol que el que podríamos digerir, por lo tanto existe mayor demanda que oferta de este deporte. Siguiendo la ley, el precio debería de bajar estrepitosamente. No ocurre así, todo lo contrario, cada vez los sueldos de los jugadores, los precios de las retransmisiones y de las entradas son mayores.  Es lógico que una actividad que genera tantísimos beneficios se retroalimente en la misma medida.

El fútbol es considerado la decimoséptima economía mundial, en España roza el 2% del PIB, en 2010 creó 85.000 empleos directos e indirectos aportando 9.000 millones de euros a la economía, (solo la quiniela 500 millones al año) cada temporada acuden a los campos españoles 14 millones de personas.

Si, las cifras marean, pero es bueno pararse a pensar, que tantos kilos de euros deberían tener una lectura en clave de marco social actual, en un país con casi 6 millones de parados y una deuda cercana al 100% de lo que somos capaces de generar y con graves carencias sociales, umbrales de la pobreza que atenazan a un gran número de españoles, desatención a dependientes, sanidad, educación y empleo precarios, desigualdades cada vez más evidentes, es sencillamente inmoral que un individuo firme un contrato por 20 millones de euros anuales.

Da igual a que se dedique, si lo hace bien o mal, si es rentable o no. Una inversión de este calibre no se explica en la situación actual. No pretendo demonizar al deporte rey, otros deportes también incurren en esta inmoralidad: tenistas, pilotos de Fórmula Uno, algunos jugadores de baloncesto,… Si trasladáramos la rentabilidad de la producción de un deportista de élite al ámbito de empresas no deportivas, nos encontraríamos con sueldos similares para investigadores, arquitectos, médicos, docentes, y otros cuya rentabilidad no está equiparada a sus emolumentos.


¿Cuántas vidas ha salvado este médico? ¿A cuánto está la vida humana hoy en bolsa?.... A ver…. tantos curados a tantos euros cada uno, nos dan una rentabilidad del carajo, pero el sueldo del médico de élite, no es de 20 millones de euros, y además no hace anuncios de champús ni de calzoncillos que le complementen su sueldo en un hospital público.

domingo, 27 de abril de 2014

Tradición




Brujuleando por los mágicos recovecos de Google, estaba yo buscando el significado de tradición y me he topado que lo primero que se viene a la mente cibernética son las fiestas tradicionales. En España tenemos muchas y variadas, desde los Sanfermines a las Fallas, pasando por las ferias, reminiscencias de antiguas ferias de ganado, y la tradicional Semana Santa.  Además de las fiestas, en seguida, aparecen las tradiciones culinarias con platos de “toda la vida” que se hacen o no al modo tradicional.

El folklore que dicen se va perdiendo, también es un hecho tradicional, no es más que una costumbre o una forma de hacer algo desde hace mucho tiempo de la misma manera y que se ha ido repitiendo año a año, generación a generación.

Así es tradición algún oficio que perdura, casi siempre a duras penas durante mucho tiempo y se le denomina oficio tradicional, cuando en realidad es una conservación forzada para mantener vivas algunas técnicas, que el avance de los tiempos, han dejado obsoletas y que en el mejor de los casos practican en entornos familiares y casi exclusivamente para solaz de turistas.

Y aquí es donde parece que está el quid de la cuestión. Mantener una tradición cuando el avance de los tiempos la ha dejado en un rincón, por diversos motivos, ya no parece una tradición, sino por el contrario, lo que parece es una forma artificial de conservar por cuestiones  culturales o políticas o yo que sé por qué, acciones que ya no están más que en la memoria.

Enmarcar la tradición en el concepto cultura, es algo lógico, la cultura es precisamente eso, las formas de pensar , de crear, de vivir de las gentes, pero la cultura avanza, se transforma , se mejora, se enriquece día a día, a medida que precisamente sus gentes, lo hacen en igual medida. Cualquier actividad que perdura en el tiempo contribuye a definir la forma de ser, hacer y pensar de los ciudadanos y componen su cultura.
Pero eso no significa que la cultura y por tanto la tradición, deban marcarse en el inicio de los tiempos y deban estar ahí para siempre.

Volviendo al epígrafe de fiestas, en nuestro país, y en otros muchos no nos engañemos, continúan celebrándose fiestas que en muchos casos cuentan con la participación forzada de animales a los que se acosa y se hace sufrir durante un rato (o mucho rato), en aras de la “tradición”. En el siglo XXI la concienciación de la sociedad sobre el maltrato animal ha aumentado y casi nadie cree que los animales no sufren, pero en algunos casos es la tradición la que manda y no el sentir de la mayoría. Se están haciendo algunos esfuerzos, para mantener este tipo de festejos tradicionales sustituyendo a los animales por cosas: ya no tiran cabras desde los campanarios, los han cambiado por muñecos de trapo, ya no arrancan la cabeza de un ganso vivo colgado boca abajo en medio de la ría para que los mozos, agarrados a su cuello, intentar arrancarle la cabeza, ahora el ganso ya está muerto.

Estas “actualizaciones” tradicionales, no convencen mucho a los tradicionalistas, que sólo tienen consuelo en fiestas pseudotaurinas donde se sigue martirizando al toro, emblema de nuestra patria, de las maneras más crueles inventadas por el hombre, asaeteados, con fuego, con cuerdas, ¡en fin! parecen martirios de los primeros cristianos tan incorporados a la imaginería colectiva, más que protagonistas de la tradición festiva. Son “referente del sadismo colectivo” Tordesillas, Coria o Medinaceli.

Lanzarse hectólitros de agua en una “batalla naval” en el barrio de Vallecas de Madrid, o lanzarse toneladas de vino en Haro, y toneladas de tomates en Buñol, intentan hacerse un hueco en las fiestas tradicionales, comienzan como una anécdota entre los más jóvenes del lugar y a base de repetirse cíclicamente año tras año se convierten en tradición.

Cuando las tradiciones se van perdiendo, según sean estas, se toleran y se asumen con humildad, quedando como reclamo turístico, o se defienden con vehemencia como acervo cultural de todo un pueblo. Nos resistimos a dar por muerta la tradición de nuestras fiestas pero nadie se acuerda de cómo se ha cultivado durante siglos, o de qué y cómo se ha comido durante toda la vida.

Ya no se baja al rió a lavar la ropa, ya no se conservan los alimentos en armarios con hielo, ya no se bebe en botijo, ya no se viaja en burro, ya no se escucha misa con velo, ya no se pega en las escuelas, ya estamos superando ciertas tradiciones.

Por último, la defensa de la tradición casi siempre pasa por nuestro filtro patrio, nadie en mi país defenderá costumbres, también ancestrales y tradicionales que nos repugnan, como ablaciones en numerosos países africanos, las mujeres jirafa en Tailandia, planchado de pechos en Camerún, lapidaciones,  donde la mujer es mutilada, vejada e incluso asesinada en un perfecto cumplimiento de la tradición.

A raíz de lo visto, me quedo con tradiciones más sosegadas, las uvas el 31 de diciembre en la Puerta del Sol, no ganar en Eurovisión, las torrijas en Semana Santa y el discurso del Rey en Nochebuena.



viernes, 21 de marzo de 2014

Y sigues haciendo pan.


Hoy hace 20 años que me visitó la muerte y pactamos una segunda visita para más adelante.

Hoy hace 20 años que durante la fase de aproximación final del vuelo de la compañía Aviaco entre Madrid y Vigo, con la cabecera de pista en condiciones de visibilidad reducida por bancos de niebla, (aproximadamente 1.500 metros), el DC-9 “Juan Ponce de León”  con 110 pasajeros a bordo y 6 miembros de la tripulación, entre ellos el comandante José Luis López Hernández (conocido en su localidad natal de Sigüenza como “el fino”), “aumentó su régimen de descenso, se situó bajo la senda de planeo y tocó en una barra elevada de iluminación de aproximación, entrando en contacto con el terreno en la zona libre de obstáculos previa a la pista. Los amortiguadores de las dos patas del tren de aterrizaje principal colapsaron y estas se rompieron por la zona de anclaje también uno de los depósitos de combustible que se derramó e incendió”.
No era el mejor día para “El fino”, ver o no ver, ¡esa era la cuestión!, según parece nuestro comandante tenía una hoja de servicios intachable, de hecho no se había estrellado nunca hasta la fecha, y tenía horas de vuelo para dar y tomar, pero lo vio claro, a pesar de la niebla.
Nuestro comandante de “aterra como poidas”, tenía la ruta resabida, y a él no le achanta un poco de niebla, y con un par de ruedas se metió en la pista antes de tiempo y despanzurró el avión con todos los que estábamos dentro.
Una vez sucedido, lo que la compañía a través de un representante calificó de “incidente”, el pasaje salimos ordenadamente del avión por las salidas de emergencia sin ayuda alguna por parte del personal de vuelo, y a la vista de que el cacharro estaba en llamas, alguien, tímidamente, dijo “¡va a explotar!”. Nadie le hizo el menor caso y continuamos con nuestra evacuación. ¡Qué largo se hace recorrer un avión cuando crees que te vas a quedar dentro!
Si este accidente hubiese ocurrido hoy, se habrían pedido responsabilidades judiciales y penales, y por supuesto económicas, se habrían pedido indemnizaciones a los afectados, nos habrían atendido sanitarios y un ejército de sicólogos, habrían pedido en la Xunta responsabilidades políticas y alguna que otra dimisión. Pero el resultado supongo que habría sido el mismo … no pasaría nada.
En aquel entonces, no pasó nada. Recuerdo los titulares de los periódicos locales y nacionales al día siguiente “Susto en Peinador” “Pudo ser una catástrofe”… vale, no ha pasado nada, Aviaco siguió con sus rutas hasta que desapareció, “el fino” continuó acumulando horas de vuelo y luciendo su bonito uniforme de comandante, César Pérez de Tudela que viajaba en ese aparato, continuó con su fama de gafe, y Antonio Gutiérrez, por aquél entonces Secretario General de CC.OO., sólo se partió una pierna al abandonar el avión por la rampa de emergencia.
Pero eran otros tiempos, la suerte de que no hubiera ningún fallecido y de que, según el responsable del aeropuerto los servicios de emergencia tardasen en acudir y el descontrol en la terminal para atender a los pasajeros fuera total, se debía a que “Hemos hecho lo que hemos podido, no estamos acostumbrados a que se estrelle un avión en nuestro aeropuerto”, dejaron un avión estrellado en una anécdota sin consecuencias.
En junio de 2012 se realizó en ese mismo aeropuerto un simulacro de accidente, donde participaron bomberos, sanitarios, el señalero, el servicio de coordinación, la torre de control, el servicio de información y atención al pasajero, las compañías handling, ¡el servicio de cafetería!, el servicio de atención a PMR’s (personas con movilidad reducida) y el servicio de seguridad. También intervinieron colectivos externos a la actividad aeroportuaria: Cruz Roja, protección Civil de Vigo, Mos y Redondela, la Policía Local de Mos y la Policía Local de Vigo, Bomberos de Vigo y los Servicios de Emergencias Municipales de Mos y de Redondela, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Policía Judicial, el Juez de guardia del juzgado 2 de Vigo, la Subdelegación de Gobierno, el servicio de Salvamento Marítimo (que trasladaron a uno de los heridos a un centro hospitalario), el 112 y el 061.

¡Señor que pedazo de simulacro!, desde luego debió salir a la perfección.

Cada 21 de marzo una compañera que viajaba conmigo en ese avión me felicita por nuestros cumpleaños bis, cada 21 de marzo pienso en la fragilidad del ser humano, pienso y me cabreo cuando recuerdo “al fino” y su “incidente”, este hombre cada día iba a trabajar y supongo que de la mejor manera posible, pero supongo también, que la costumbre y el tedio le haría ir a trabajar igual que, por ejemplo un panadero que hace panes, todos los días, y si uno no le sale bien lo tira y sigue haciendo pan.


Si un día el pan de cada día no sale bien, te estrellas y después cuentas si ha habido víctimas o no y sigues haciendo pan.

sábado, 15 de marzo de 2014

SIMPATÍA POR EL DIABLO


Desde muy pequeño he tomado partido por aquellos que son más desfavorecidos en el imaginario colectivo, y casi siempre sin querer, resultaba que estos más desfavorecidos se presentaban como los malos, así, en las pelis de vaqueros yo siempre iba con los indios, estos salvajes cortaban cabelleras y mataban sin piedad al 7º de caballería, pero a mí me producían simpatía.

Los dibujos animados de mi época de chaval, presentaban también la figura del perdedor equiparándola con el malo, que, por supuesto, debía perder siempre frente al bien, Pierre Nodoyuna, era mi favorito, desde luego para mí ganaba en cada episodio al insufrible Pedro Bello y a la cursi Penélope Glamour, aunque llegara siempre el último en “Los autos locos”.

La tele y el cine están llenos de malvados, unos muy muy malos, y otros no tanto o por lo menos no nos los presentan como villanos.

Parece que existen varias categorías, los malos “porque si”, en esta categoría aparecen individuos como Alex de Large, inolvidable malo y violento de “La Naranja Mecánica”, que es un sádico y probablemente enfermo personaje, que aunque se redima en el film, no tenemos muy claro por qué es así, la sociedad tendría la culpa….

Jack Napter , el Jocker de “El caballero oscuro”, es malo de nacimiento, así como Lord Voldemort de “Harry Potter”, Freddy Krueger de “Pesadilla en Elm Street”, o incluso un personaje no humano como la computadora Hal 9000 de “2001”. No entendemos muy bien que desastrosos acontecimientos, a parte del rencor que todos ellos tienen, les empujan a ser tan sumamente malos, y si atendemos sólo al rencor vemos que ese sentimiento tampoco es loable.

En cuanto a sentimientos, nos encontramos con otra categoría de malos, aquellos que se dejan llevar por pasiones muy bajas y que no se paran ante nada para conseguir sus propósitos malvados, llevándose por delante a los supuestos buenos. En esta categoría sobresalen los malos de culebrón americano J.R. de “Dallas”, Angela Channing de “Falcon Crest”, Alexis Carrington de “Dinastía”, Cersei Lannister de “Juego de Tronos” o Amanda Woodward de “Melrose Place”, curiosamente en este apartado de insaciables maldades fruto de la codicia proliferan las mujeres.

Otros malos lo son por desequilibrios mentales, transitorios o no, y aquí empiezan a surgir ciertas simpatías, al fin y al cabo son locos cuya enfermedad les lleva a ser como son. Aquí destaca Norman Bates de “Psicosis”, pero no están mejor de salud mental Jack Torrance de “El resplandor” o incluso Travis Bickle de “Taxi driver” o ese exquisito caníbal Hannibal Lecter del “Silencio de los Corderos”.

En otros casos, y de ahí lo de simpatía por lo malvado, están esos personajes que nos presentan a malos, como tu y como yo. Se atreven a presentar la maldad como algo natural, como ir a la compra. Son personas, no personajes, que van evolucionando durante el metraje o los capítulos desde su cotidianeidad de vidas comunes a vidas de horror. En estos casos como espectadores, empatizamos tanto con ellos que incluso vemos sus actuaciones como consecuencias lógicas de lo que la vida les pone delante.

Es un peligro empatizar con el mal, es de dudoso gusto que Toni Soprano nos parezca más un tipo bonachón y gordito, pendiente de su familia y amigos que se ve en la obligación de matar a cuatro o cinco por capítulo y después contárselo a su psiquiatra como si se pudiera curar con un ansiolítico. Es un peligro, también, encontrar a un Walter White (Breaking Bad), como amantísimo y responsable padre de familia que ve como se le va de las manos su perverso plan a la vista de los acontecimientos. Ya avisaba Coppola, con Michael Corleone “El padrino”, un tipo familiar y normal, casi anodino, más malo que un dolor.

La última calificación de malos del cine y la tele, es sobre aquellos malos que no vemos en un principio, “The wire”, tiene a los malos oficiales bien diferenciados, los bajos fondos de Baltimore nos presentan a los etiquetados malos Avon Braksdale, Stringer Bell, Marlo Standfield y Omar Little, son reconocibles, son los negros traficantes, pero agazapados están los teóricamente buenos el jefe Daniels, o el propio McNulty, son individuos poco recomendables, ambiciosos, borrachines, sin escrúpulos, joyas que en contraposición con sus antagonistas se convierten en héroes, pero héroes de la maldad.

Don Draper (Mad Men) es el protagonista, al que debemos admirar, como consigue lo que se propone, su afán de superación, su estilismo años sesenta arrollador, su seguridad en si mismo, es un auténtico cabronazo, y en definitiva una mala persona. Al igual que el simpatiquísimo Tyrion Lannister “Juego de Tronos”,  ese hombrecillo cáustico y burlón es un ejemplo de villano de libro. 

Pero nos estamos acostumbrando demasiado a ver en las pantallas actitudes execrables como consecuencia de la condición humana, asistimos a una especie de justificación de comportamientos, que si bien son ficción, nos acercan a personajes que lógicamente, viven sus vidas como normales incluyendo el asesinato, la extorsión, el robo, etc.


Ya sólo queda que cada uno elija a su malo favorito al que le gustaría invitar a cenar a casa.

domingo, 2 de febrero de 2014

¡Que manía!



Que manía tenemos de transcender las opiniones de las personas, que manía  de aplicar nuestras filias  y fobias a todo lo que los demás hacen.

Cuando un artista, deportista, o simplemente ciudadano admirado por su labor profesional se descubre diciendo o haciendo algo fuera de su actividad que no nos gusta, inmediatamente pierde su valor como personaje admirado y no digamos ya si resulta que no tiene la cultura que se le presuponía.

Es muy significativo que actualmente en los certámenes de misses se insista en hacer ver que las aspirantes son, además de guapas, inteligentes, con, en ocasiones, resultados realmente esperpénticos. ¿No es un certamen de belleza?, ¿Por qué esa criatura tiene que conocer todas las capitales de Europa, o el significado de dow jones?, no podemos exigir que cumplan esos mínimos de cultura cuando, de lo que se trata, es de demostrar que es la más guapa de todas las que se presentan. Si seguimos así, puntuando sus índices de intelectualidad, al final no ganará la más guapa sino la más lista. La repanocha sería que fuese las dos cosas a la vez.

Otro ejemplo muy reciente, son las declaraciones de los aguerridos futbolistas, admirados por millones de personas, y sobre todo de jóvenes y niños, se les está exigiendo que tengan un verbo fluido, incluso ¡que lean!, son un ejemplo. Vamos a ver, estos muchachotes juegan al fútbol y en eso son admirables, si en su vida privada fuera de las canchas son licenciados, doctores o eminencias, mejor que mejor, pero en este caso deberían ser admirados y son referentes porque chutan muy bien el balón.

Instalados en la crítica continua al que triunfa, nos permitimos el lujo de reírnos de la falta de cultura de misses o futbolistas. Jamás nos reiríamos de la incultura del transportista, el jardinero o el ama de casa, siendo, muy probablemente, unos auténticos profesionales en sus obligaciones y dignos de la mayor de nuestras admiraciones.

Parece que aquellas personas que públicamente admiramos no pueden tener ninguna falta, ninguna marca. “Sergio Ramos es un magistral defensa pero como no lee mucho yo ya no le admiro tanto”. No estoy de acuerdo, es un genial defensa y ya está, como grandes lectores confieso que no tengo ningún referente al que admire. ¿Alguien admira a otro por que lee mucho?

Debemos de enorgullecernos de que nuestros referentes tengan cierto bagaje cultural, cuando efectivamente lo tengan, pero me molesta esa manía que tenemos de exigir a quién no debemos y exonerar a quienes deberían tener esa cultura que demandamos a nuestros pequeños mitos o héroes.