domingo, 2 de febrero de 2014

¡Que manía!



Que manía tenemos de transcender las opiniones de las personas, que manía  de aplicar nuestras filias  y fobias a todo lo que los demás hacen.

Cuando un artista, deportista, o simplemente ciudadano admirado por su labor profesional se descubre diciendo o haciendo algo fuera de su actividad que no nos gusta, inmediatamente pierde su valor como personaje admirado y no digamos ya si resulta que no tiene la cultura que se le presuponía.

Es muy significativo que actualmente en los certámenes de misses se insista en hacer ver que las aspirantes son, además de guapas, inteligentes, con, en ocasiones, resultados realmente esperpénticos. ¿No es un certamen de belleza?, ¿Por qué esa criatura tiene que conocer todas las capitales de Europa, o el significado de dow jones?, no podemos exigir que cumplan esos mínimos de cultura cuando, de lo que se trata, es de demostrar que es la más guapa de todas las que se presentan. Si seguimos así, puntuando sus índices de intelectualidad, al final no ganará la más guapa sino la más lista. La repanocha sería que fuese las dos cosas a la vez.

Otro ejemplo muy reciente, son las declaraciones de los aguerridos futbolistas, admirados por millones de personas, y sobre todo de jóvenes y niños, se les está exigiendo que tengan un verbo fluido, incluso ¡que lean!, son un ejemplo. Vamos a ver, estos muchachotes juegan al fútbol y en eso son admirables, si en su vida privada fuera de las canchas son licenciados, doctores o eminencias, mejor que mejor, pero en este caso deberían ser admirados y son referentes porque chutan muy bien el balón.

Instalados en la crítica continua al que triunfa, nos permitimos el lujo de reírnos de la falta de cultura de misses o futbolistas. Jamás nos reiríamos de la incultura del transportista, el jardinero o el ama de casa, siendo, muy probablemente, unos auténticos profesionales en sus obligaciones y dignos de la mayor de nuestras admiraciones.

Parece que aquellas personas que públicamente admiramos no pueden tener ninguna falta, ninguna marca. “Sergio Ramos es un magistral defensa pero como no lee mucho yo ya no le admiro tanto”. No estoy de acuerdo, es un genial defensa y ya está, como grandes lectores confieso que no tengo ningún referente al que admire. ¿Alguien admira a otro por que lee mucho?

Debemos de enorgullecernos de que nuestros referentes tengan cierto bagaje cultural, cuando efectivamente lo tengan, pero me molesta esa manía que tenemos de exigir a quién no debemos y exonerar a quienes deberían tener esa cultura que demandamos a nuestros pequeños mitos o héroes.

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