Que manía tenemos de transcender
las opiniones de las personas, que manía
de aplicar nuestras filias y
fobias a todo lo que los demás hacen.
Cuando un artista, deportista, o
simplemente ciudadano admirado por su labor profesional se descubre diciendo o
haciendo algo fuera de su actividad que no nos gusta, inmediatamente pierde su
valor como personaje admirado y no digamos ya si resulta que no tiene la
cultura que se le presuponía.
Es muy significativo que
actualmente en los certámenes de misses se insista en hacer ver que las
aspirantes son, además de guapas, inteligentes, con, en ocasiones, resultados
realmente esperpénticos. ¿No es un certamen de belleza?, ¿Por qué esa criatura
tiene que conocer todas las capitales de Europa, o el significado de dow
jones?, no podemos exigir que cumplan esos mínimos de cultura cuando, de lo que
se trata, es de demostrar que es la más guapa de todas las que se presentan. Si
seguimos así, puntuando sus índices de intelectualidad, al final no ganará la
más guapa sino la más lista. La repanocha sería que fuese las dos cosas a la
vez.
Otro ejemplo muy reciente, son
las declaraciones de los aguerridos futbolistas, admirados por millones de
personas, y sobre todo de jóvenes y niños, se les está exigiendo que tengan un
verbo fluido, incluso ¡que lean!, son un ejemplo. Vamos a ver, estos
muchachotes juegan al fútbol y en eso son admirables, si en su vida privada
fuera de las canchas son licenciados, doctores o eminencias, mejor que mejor,
pero en este caso deberían ser admirados y son referentes porque chutan muy
bien el balón.
Instalados en la crítica continua
al que triunfa, nos permitimos el lujo de reírnos de la falta de cultura de misses
o futbolistas. Jamás nos reiríamos de la incultura del transportista, el jardinero
o el ama de casa, siendo, muy probablemente, unos auténticos profesionales en
sus obligaciones y dignos de la mayor de nuestras admiraciones.
Parece que aquellas personas que
públicamente admiramos no pueden tener ninguna falta, ninguna marca. “Sergio Ramos
es un magistral defensa pero como no lee mucho yo ya no le admiro tanto”. No
estoy de acuerdo, es un genial defensa y ya está, como grandes lectores
confieso que no tengo ningún referente al que admire. ¿Alguien admira a otro
por que lee mucho?
Debemos de enorgullecernos de que
nuestros referentes tengan cierto bagaje cultural, cuando efectivamente lo
tengan, pero me molesta esa manía que tenemos de exigir a quién no debemos y
exonerar a quienes deberían tener esa cultura que demandamos a nuestros pequeños
mitos o héroes.
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