Hoy hace 20 años que me visitó la muerte y pactamos una segunda visita
para más adelante.
Hoy hace 20 años que durante la fase de aproximación final del vuelo de
la compañía Aviaco entre Madrid y Vigo, con la cabecera de pista en condiciones
de visibilidad reducida por bancos de niebla, (aproximadamente 1.500 metros), el
DC-9 “Juan Ponce de León” con 110
pasajeros a bordo y 6 miembros de la tripulación, entre ellos el comandante
José Luis López Hernández (conocido en su localidad natal de Sigüenza como “el
fino”), “aumentó su régimen de descenso,
se situó bajo la senda de planeo y tocó en una barra elevada de iluminación de
aproximación, entrando en contacto con el terreno en la zona libre de obstáculos
previa a la pista. Los amortiguadores de las dos patas del tren de aterrizaje
principal colapsaron y estas se rompieron por la zona de anclaje también uno de
los depósitos de combustible que se derramó e incendió”.
No era el mejor día para “El fino”, ver o no ver, ¡esa era la
cuestión!, según parece nuestro comandante tenía una hoja de servicios
intachable, de hecho no se había estrellado nunca hasta la fecha, y tenía horas
de vuelo para dar y tomar, pero lo vio claro, a pesar de la niebla.
Nuestro comandante de “aterra como poidas”, tenía la ruta
resabida, y a él no le achanta un poco de niebla, y con un par de ruedas se
metió en la pista antes de tiempo y despanzurró el avión con todos los que
estábamos dentro.
Una vez sucedido, lo que la compañía a través de un
representante calificó de “incidente”, el pasaje salimos ordenadamente del
avión por las salidas de emergencia sin ayuda alguna por parte del personal de
vuelo, y a la vista de que el cacharro estaba en llamas, alguien, tímidamente,
dijo “¡va a explotar!”. Nadie le hizo el menor caso y continuamos con nuestra
evacuación. ¡Qué largo se hace recorrer un avión cuando crees que te vas a
quedar dentro!
Si este accidente hubiese ocurrido hoy, se habrían pedido
responsabilidades judiciales y penales, y por supuesto económicas, se habrían
pedido indemnizaciones a los afectados, nos habrían atendido sanitarios y un
ejército de sicólogos, habrían pedido en la Xunta responsabilidades políticas y
alguna que otra dimisión. Pero el resultado supongo que habría sido el mismo …
no pasaría nada.
En aquel entonces, no pasó nada. Recuerdo los titulares de
los periódicos locales y nacionales al día siguiente “Susto en Peinador” “Pudo
ser una catástrofe”… vale, no ha pasado nada, Aviaco siguió con sus rutas hasta
que desapareció, “el fino” continuó acumulando horas de vuelo y luciendo su
bonito uniforme de comandante, César Pérez de Tudela que viajaba en ese
aparato, continuó con su fama de gafe, y Antonio Gutiérrez, por aquél entonces
Secretario General de CC.OO., sólo se partió una pierna al abandonar el avión
por la rampa de emergencia.
Pero eran otros tiempos, la suerte de que no hubiera ningún
fallecido y de que, según el responsable del aeropuerto los servicios de
emergencia tardasen en acudir y el descontrol en la terminal para atender a los
pasajeros fuera total, se debía a que “Hemos hecho lo que hemos podido, no
estamos acostumbrados a que se estrelle un avión en nuestro aeropuerto”,
dejaron un avión estrellado en una anécdota sin consecuencias.
En junio de 2012 se realizó en ese mismo aeropuerto un simulacro de
accidente, donde participaron bomberos, sanitarios, el señalero, el servicio de
coordinación, la torre de control, el servicio de información y atención al
pasajero, las compañías handling, ¡el servicio de cafetería!, el servicio de
atención a PMR’s (personas con movilidad reducida) y el servicio de seguridad.
También intervinieron colectivos externos a la actividad aeroportuaria: Cruz
Roja, protección Civil de Vigo, Mos y Redondela, la Policía Local de Mos y la
Policía Local de Vigo, Bomberos de Vigo y los Servicios de Emergencias
Municipales de Mos y de Redondela, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la
Policía Judicial, el Juez de guardia del juzgado 2 de Vigo, la Subdelegación de
Gobierno, el servicio de Salvamento Marítimo (que trasladaron a uno de los
heridos a un centro hospitalario), el 112 y el 061.
¡Señor que pedazo de simulacro!, desde luego debió salir a la
perfección.
Cada 21 de marzo una compañera que viajaba conmigo en ese avión me
felicita por nuestros cumpleaños bis, cada 21 de marzo pienso en la fragilidad
del ser humano, pienso y me cabreo cuando recuerdo “al fino” y su “incidente”,
este hombre cada día iba a trabajar y supongo que de la mejor manera posible,
pero supongo también, que la costumbre y el tedio le haría ir a trabajar igual
que, por ejemplo un panadero que hace panes, todos los días, y si uno no le
sale bien lo tira y sigue haciendo pan.
Si un día el pan de cada día no sale bien, te estrellas y después
cuentas si ha habido víctimas o no y sigues haciendo pan.
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